Hechos de los Apóstoles - sesión 2


A continuación encontraremos los capítulos 6 al 10 de los Hechos de los Apóstoles.

A efectos recordatorios, el libro narra la fundación de la Iglesia Cristiana y la expansión del Cristianismo por el Imperio Romano. 

Probablemente necesitéis unos 15-20 minutos para leerlo todo. Espero que encontréis el rato para hacerlo ya que la dinámica consiste en lo siguiente: 
Identificar 
¿que esta pasando dentro de la comunidad? 
¿que pasa fuera de la comunidad? 
¿que caracteriza la comunidad? 
¿que papeles/personalidades hay dentro de la comunidad?

Apuntaros los 2 o 3 (o más) conceptos que os llamen la atención para la puesta en común.

Al final también se incluye un Audio del grupo de WhatsApp de “10 minutos con Jesus” qué puede ayudar a reflexionar sobre el tema. 


61En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. 2Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron: «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. 3Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: 4nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra». 5La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. 6Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. 7La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe. 8Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. 9Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; 10pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. 11Entonces indujeron a unos que asegurasen: «Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». 12Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, 13presentando testigos falsos que decían: «Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, 14pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés». 15Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.
71Dijo el sumo sacerdote: «¿Es esto así?». 2Él respondió: «Hermanos y padres, escuchad. El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán cuando estaba en Mesopotamia, antes de establecerse en Jarán, 3y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que te mostraré. 4Entonces, saliendo de la tierra de los caldeos, se instaló en Jarán; después de la muerte de su padre, le hizo trasladar su morada de allí a esta tierra que vosotros habitáis ahora. 5No le dio herencia en ella, ni siquiera lo que pisa un pie, pero prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él, cuando aún no tenía un hijo. 6Y Dios habló así: Que su descendencia será peregrina en tierra extraña, la someterán a esclavitud y la maltratarán durante cuatrocientos años, 7pero a la nación a la que servirán como esclavos la juzgaré yo, dice Dios, y después de esto saldrán y me adorarán en este lugar. 8Y le dio la circuncisión como signo de la alianza; y así engendró a Isaac y lo circuncidó el día octavo, e Isaac a Jacob y Jacob a los doce patriarcas. 9Los patriarcas, envidiosos de José, lo vendieron con destino a Egipto. Pero Dios estaba con él, 10pues lo libró de todas sus tribulaciones, le concedió sabiduría y lo hizo grato al faraón, rey de Egipto, el cual lo constituyó jefe de Egipto y de toda su casa. 11Sobrevino entonces en todo Egipto y Canaán hambre y una gran tribulación y nuestros padres no encontraron víveres. 12Habiendo oído Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres una primera vez; 13a la vez siguiente se dio a conocer José a sus hermanos y conoció el faraón el linaje de José. 14José envió mensajeros para que trajesen a su padre, Jacob, y a toda su familia, unas setenta y cinco personas. 15Bajó, pues, Jacob a Egipto y murieron él y nuestros padres, 16y fueron trasladados a Siquén y depositados en la sepultura que había comprado Abrahán a precio de plata a los hijos de Emor en Siquén. 17A medida que se acercaba el tiempo de la promesa que había hecho Dios a Abrahán, creció el pueblo y se multiplicó en Egipto, 18hasta que surgió otro rey en Egipto que no había conocido a José. 19Este rey, actuando astutamente contra nuestro linaje, maltrató a nuestros padres hasta el punto de forzarlos a abandonar a los recién nacidos para que no sobrevivieran. 20En este tiempo nació Moisés, que era hermoso a los ojos de Dios. Fue criado durante tres meses en la casa de su padre, 21después fue abandonado y lo recogió la hija del faraón, que lo hizo criar como hijo suyo. 22Y fue educado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios y era poderoso de palabra y de obra. 23Al cumplir los cuarenta años, nació en su corazón la idea de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel, 24y, habiendo visto que uno era agraviado, acudió a su defensa y vengó al injuriado, matando al egipcio. 25Pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios iba a darles la salvación por su mano, pero no comprendieron. 26Al día siguiente se presentó mientras se estaban peleando e intentaba ponerlos en paz, diciendo: “Hombres, sois hermanos, ¿por qué os ofendéis uno a otro?”. 27Pero el que ofendía a su compañero, lo rechazó, diciendo: “¿Quién te ha constituido jefe y juez sobre nosotros?”. 28¿Acaso quieres matarme igual que mataste ayer al egipcio? 29Moisés huyó a causa de estas palabras y vivió como forastero en tierra de Madián en la que engendró dos hijos. 30Pasados cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí sobre la llama de una zarza que ardía. 31Al ver la visión, Moisés se maravilló y, al acercarse para mirar mejor, se dejó oír la voz del Señor: 32“Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob”. Moisés se echó a temblar y no se atrevía a mirar. 33Entonces le dijo el Señor: “Quítate las sandalias de tus pies, pues el lugar donde estás es tierra santa. 34Con mis propios ojos he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, he escuchado sus gemidos y he bajado a librarlos. Ahora ven, que voy a enviarte a Egipto”. 35A este Moisés, de quien renegaron diciendo: ¿Quien te ha constituido jefe y juez?, a este envió Dios como jefe y redentor por mano del ángel que se le apareció en la zarza. 36Este los sacó, realizando prodigios y signos en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años. 37Este es Moisés, que dijo a los hijos de Israel: “El Señor hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo”. 38Este es el que en la asamblea del desierto estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para transmitirlas a nosotros; 39este es Moisés, a quien nuestros padres no quisieron obedecer, sino que lo rechazaron y en sus corazones volvieron a Egipto, 40cuando dijeron a Aarón: “Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque ese Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué ha sido de él”. 41Y fabricaron en aquellos días un becerro, ofrecieron un sacrificio al ídolo y celebraron gozosos un banquete en honor de las obras de sus manos. 42Entonces Dios se apartó de ellos y los entregó a la adoración del ejército del cielo, como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios durante cuarenta años en el desierto, casa de Israel? 43Tomasteis con vosotros la tienda de Moloc y la estrella de vuestro dios Refán, las imágenes que hicisteis para adorarlas. Pues yo os llevaré más allá de Babilonia. 44Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio, como mandó el que dijo a Moisés que la construyera, copiando el modelo que había visto. 45Nuestros padres recibieron como herencia esta tienda y la introdujeron, guiados por Josué, en el territorio de los gentiles, a los que Dios expulsó delante de ellos. Así estuvieron las cosas hasta el tiempo de David, 46que alcanzó el favor de Dios, y le pidió encontrar una morada para la casa de Jacob. 47Pero fue Salomón el que le construyó la casa, 48aunque el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas, como dice el profeta: 49Mi trono es el cielo; la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir —dice el Señor—, o qué lugar para que descanse? 50¿No ha hecho mi mano todo esto? 51¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. 52¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; 53recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado». 54Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. 55Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, 56y dijo: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios». 57Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, 58lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo 59y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». 60Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y, con estas palabras, murió.
81Saulo aprobaba su ejecución. Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría. 2Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él. 3Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres. 4Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra. 5Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. 6El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: 7de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. 8La ciudad se llenó de alegría. 9Pero un hombre llamado Simón se encontraba ya antes en la ciudad practicando la magia; tenía asombrada a la gente de Samaría y decía de sí mismo que era un personaje importante. 10Todos, desde el menor hasta el mayor, lo escuchaban con atención y decían: «Este es la potencia de Dios llamada la Grande». 11Lo escuchaban con atención, pues durante mucho tiempo los había asombrado con sus magias; 12pero cuando creyeron a Felipe que les anunciaba la Buena Nueva del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, se bautizaban tanto los hombres como las mujeres. 13El mismo Simón también creyó y, una vez bautizado, estaba constantemente con Felipe, asombrado al ver los signos y grandes milagros que se obraban. 14Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; 15ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo; 16pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban solo bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. 18Al ver Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se confería el Espíritu, les ofreció dinero, 19diciendo: «Dadme a mí también ese poder, de forma que reciba el Espíritu Santo aquel a quien yo imponga las manos». 20Pero Pedro le dijo: «¡Vaya tu dinero contigo a la perdición, pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero! 21No tienes parte ni herencia en este asunto, porque tu corazón no es recto ante Dios. 22Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te perdona este pensamiento de tu corazón, 23ya que veo que estás lleno de veneno amargo y esclavizado por la maldad». 24Respondió Simón y dijo: «Rogad por mí al Señor para que no me sobrevenga lo que habéis dicho». 25Ellos, pues, después de haber dado testimonio y haber proclamado la palabra del Señor, regresaron a Jerusalén anunciando la Buena Nueva a muchas aldeas de samaritanos. 26Un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto». 27Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. 28Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. 29El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». 30Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». 31Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. 32El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este: Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. 33En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra. 34El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». 35Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. 36Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». 37[« Dijo Felipe: Es posible si crees de todo corazón: Respondiendo él, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios»] 38Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 39Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. 40Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.
91Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres. 3Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. 4Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?». 5Dijo él: «¿Quién eres, Señor?». Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. 6Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer». 7Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. 8Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. 9Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. 10Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «Ananías». Respondió él: «Aquí estoy, Señor». 11El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, 12y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista». 13Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, 14y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre». 15El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. 16Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre». 17Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo». 18Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. 19Comió, y recobró las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, 20y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. 21Los oyentes quedaban pasmados y comentaban: «¿No es este el que hacía estragos en Jerusalén con los que invocan ese nombre? Y ¿no había venido aquí precisamente para llevárselos encadenados a los sumos sacerdotes?». 22Pero Pablo cobraba cada vez más ánimo y tenía confundidos a los judíos de Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías. 23Pasados bastantes días, los judíos planearon matarlo, 24pero la conspiración llegó a conocimiento de Saulo. Vigilaban día y noche sobre todo las puertas, con la intención de matarlo. 25Entonces los discípulos lo tomaron y le hicieron salir de noche descolgándolo muro abajo en una espuerta. 26Llegado a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera discípulo. 27Entonces Bernabé, tomándolo consigo, lo presentó a los apóstoles y él les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había actuado valientemente en el nombre de Jesús. 28Saulo se quedó con ellos y se movía con libertad en Jerusalén, actuando valientemente en el nombre del Señor. 29Hablaba y discutía también con los helenistas, que se propusieron matarlo. 30Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. 31La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo. 32Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó también a ver a los santos que residían en Lida. 33Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla. 34Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho». Se levantó inmediatamente. 35Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor. 36Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. 37Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba. 38Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle: «No tardes en venir a nosotros». 39Pedro se levantó y se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo con ellas. 40Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. 42Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor. 43Pedro permaneció bastantes días en Jafa en casa de un tal Simón, curtidor.
101Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte llamada Itálica, 2piadoso y temeroso de Dios, al igual que toda su casa; daba muchas limosnas al pueblo y oraba continuamente a Dios. 3Este, hacia la hora de nona, vio claramente en visión un ángel de Dios que fue a su encuentro y le dijo: «Cornelio». 4Él se quedó mirando, lleno de miedo, y dijo: «¿Qué hay, señor?». Le respondió: «Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial a la presencia de Dios. 5Ahora manda a alguien a Jafa y haz venir a un tal Simón llamado Pedro, 6que se aloja en casa de un tal Simón curtidor, que tiene su casa a orillas del mar». 7Tan pronto como se marchó el ángel que le había hablado, llamó a dos siervos y a un soldado piadoso de los que estaban a su servicio, 8les contó todo y los mandó a Jafa. 9Al día siguiente, mientras estos caminaban y se acercaban a la ciudad, subió Pedro a la terraza hacia la hora de sexta para orar. 10Sintió hambre y quería tomar algo. Mientras se lo preparaban, le sobrevino un éxtasis: 11contemplando el cielo abierto y una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo, que era descolgado a la tierra sostenido por los cuatro extremos. 12Estaba lleno de toda especie de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. 13Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, mata y come». 14Pedro replicó: «De ningún modo, Señor, pues nunca comí cosa profana e impura». 15Y de nuevo por segunda vez le dice una voz: «Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano». 16Esto sucedió hasta tres veces y luego el receptáculo fue subido al cielo. 17Estaba todavía Pedro dándole vueltas al significado de la visión que había visto, cuando los hombres enviados por Cornelio, después de haber preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta, 18y, a voces, preguntaban si Simón, llamado Pedro, se alojaba allí. 19Entonces dijo el Espíritu a Pedro, que seguía perplejo con la visión: «Mira, tres hombres te están buscando; 20levántate, baja y ponte en camino con ellos sin dudar, pues yo los he enviado». 21Bajando Pedro al encuentro de los hombres, les dijo: «Aquí estoy, yo soy el que buscáis. ¿Cuál es el motivo de vuestra venida?». 22Ellos le dijeron: «El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, acreditado además por el testimonio de todo el pueblo judío, ha recibido de un ángel santo la orden de hacerte ir a su casa y de escuchar tus palabras». 23Él los invitó a entrar y los alojó. Al día siguiente, se levantó y marchó con ellos, haciéndose acompañar por algunos de los hermanos de Jafa. 24Al día siguiente entró en Cesarea, donde Cornelio lo estaba esperando, reunido con sus parientes y amigos íntimos. 25Cuando iba a entrar Pedro, Cornelio le salió al encuentro y, postrándose, le quiso rendir homenaje. 26Pero Pedro lo levantó, diciéndole: «Levántate, que soy un hombre como tú». 27Entró en la casa conversando con él y encontró a muchas personas reunidas. 28Entonces les dijo: «Vosotros sabéis que a un judío no le está permitido relacionarse con extranjeros ni entrar en su casa, pero a mí Dios me ha mostrado que no debo llamar profano o impuro a ningún hombre; 29por eso, al recibir la llamada, he venido sin poner objeción. Decidme, pues, por qué motivo me habéis hecho venir». 30Cornelio dijo: «Hace cuatro días, a esta misma hora, cuando estaba haciendo la oración de la hora de nona en mi casa, se me presentó un hombre con vestido resplandeciente 31y me dijo: “Cornelio, Dios ha oído tu oración y ha recordado tus limosnas; 32envía, pues, a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro, que se aloja en casa de un tal Simón curtidor, a orillas del mar”. 33Enseguida envié a por ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, aquí nos tienes a todos delante de Dios, para escuchar lo que el Señor te haya encargado decirnos». 34Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, 35sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. 36Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. 37Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. 38Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. 39Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. 40Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, 41no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. 42Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. 43De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados». 44Todavía estaba exponiendo Pedro estos hechos, cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, 45y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles, 46porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios. Entonces Pedro añadió: 47«¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?». 48Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos.



(fuentes: 
audio: grupo whatsapp “10 minutos con Jesus”)

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